LA VIDA ES REALMENTE BUENA

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A veces me sorprendo cuando me quejo de cosas tan simples en la vida. Esa voz en la cabeza que martilla pensamientos una y otra vez. Realmente es algo patético.

Me doy cuanto lo débil que podemos llegar a ser los seres humanos cuando nos quejamos de esos pequeños detalles que no afectan a nadie.

Cuando la vida se vuelve demasiado fácil, uno empieza a quejarse por tonterías. Uno es capaz de formar opiniones sobre temas que ni si quiera son remotamente calificados para hablar o debatir.

Cuando tu mente caiga en la zona de quejas, hazte estas dos preguntas:

1. Tienes un techo sobre tu cabeza?
2. Tienes comida en tu plato?

Hay miles de personas en el mundo que tienen mucho menos de lo que tú posees, y no se andan quejando. Tienen que vivir con lo que tienen y vivir el día a día. Eso es realmente duro y triste. Si hay algo que les puedes enseñar a tus hijos desde que están muy chicos, es que no se “quejen” y que “no lloren” de los problemas y adversidades que se les van a presentar durante toda la vida. Ojalá alguien me lo hubiera enseñado de pequeño. Lo aprendí con el tiempo y todavía lo sigo aprendiendo. La vida es dura, si fuera fácil todo andaríamos en Ferraris, tomaríamos champaña en nuestros yates, dormiríamos 9 horas diarias, no tendríamos estrés, tendríamos familias perfectas, cuerpos con abdominales, toneladas de dinero, negocios exitosos, y tiempo de ocio para hacer nuestros miles de hobbies.

Pero la realidad es otra. La vida se va a encargar de cachetearte, patearte, morderte, apuñalearte, amarrarte, meterte dentro de una bolsa, prenderte fuego y tirarte por un barranco. Y esto lo va hacer una y otra vez hasta el último día de tu existencia en este plano terrenal. Tú no puedes dejar que la vida te haga esto. Tienes que aprender a resolver los problemas y llevar una actitud positiva hacia las cosas. No va ser fácil. Pero entre menos te “quejes” y “llores” más fácil saldrás de los problemas. A veces simplemente no se puede hacer nada. No tenemos el poder de cambiar las cosas ni de retroceder el tiempo. Todos tenemos las mismas 24 horas al día, y hacemos con ellas lo que podemos.

Al final solo nos queda sonreír y seguir hacia adelante.

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